De camino hacia el campo de batalla, Nobunaga se detuvo ante un santuario shintoísta y anunció a los soldados: <<Después de visitar el templo, lanzaré una moneda al aire. Si sale cara, ganaremos; si sale cruz seremos derrotados. El destino nos tiene en sus manos>>.Nobunaga entró en el santuario y oró en silencio. Al salir, tiró la moneda. Salió cara. Sus soldados se lanzaron al combate con tal vehemencia que la batalla cayó fácilmente de su lado.
<<Nadie puede alterar los designios del destino>>, le dijo al general, después de la victoria, uno de sus oficiales.
<<Nadie, ciertamente>>, asintió Nobunaga,sacando del bolsillo una moneda trucada, con una cara en cada lado.
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