En la mitología vasca, la Diosa Mari y su ciclo aparecen claramente emparentados con la Gran Madre del Paleolítico y su metamorfosis en múltiples figuras y genios, que son representaciones de las fuerzas telúricas o personificaciones de la propia naturaleza divinizada. El mundo es concebido como cuerpo femenino envolvente, en el que todo está relacionado y regido por la figura de Mari, encarnación tanto de los aspectos positivos como de los negativos, a los que canaliza y controla, manteniendo el equilibrio de las fuerzas naturales.
Las moradas de Mari son diversas y están estrechamente vinculadas con la tierra, destacándose los montes, las grutas y las cuevas. En algunas ocasiones se la puede ver cruzando el firmamento bajo el aspecto de una mujer de largos cabellos, con su cuerpo orlado de llamas y enarbolando una hoz. Sus símbolos y asociaciones (hoz, pan, cordón umbilical, arco-IRIS) tienen virtud mágica positiva....
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