- Mi Mercedes... mi Mercedes...
Un señor que había sido testigo del accidente, le dice:
- Pero señor... ¡Que le importa el auto! ¿No ve que ha perdido un brazo?
Y mirándose el muñón ensangrentado, el hombre llora:
- Mi Rolex, mi Rolex!
(En realidad no era un chiste...)
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