El Dr. Pavillard,
el Director Médico de un hospital a 30 millas de Penang, durante el estallido
de la guerra en 1941, se unió
como oficial médico voluntario en Singapur y sirvió allí hasta su capitulación. Luego pasó tres años y medio como prisionero de los japoneses. Su libro, ante todo,
cuenta los acontecimientos de ese tiempo,
contundente en sus detalles
físicos de la inmundicia de la
vida y el hedor de la muerte
en su campo de prisioneros. Junto con muchos de los aspectos menos heroicos de la discapacidad y la enfermedad (hay algunos
momentos sorprendentemente ligeros),
éste habla de la
resistencia del cuerpo y el espíritu humano.
Las alimañas, los gusanos
y las ratas con las que vivía, las enfermedades, que eran una constante, así como una epidemia de cólera (doscientos casos en dos días para ser
tratados y enterrados) y la
fiebre de aguas negras, presencia de ánimo que se requiere
para tratar de salvar vidas en la falta de suministros médicos y quirúrgicos
y las instalaciones, el ingenio con el que logró en una
ocasión para adquirir alimentos y
vengarse de los guardias japoneses
y peleas propias
del Dr. Pavillard con una úlcera, la malaria y el tifus son parte de
este calvario sufrido y sobrevivido. Es estricto
y gráfico, pero no para el estómago
sensible.
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