Rudyard Kipling, viajero incansable, abandona su India para recorrer el sudeste asiático, camino que le llevará hasta Japón, país que visitó entre abril y mayo de 1889, un país que se debatía entre la occidentalización y sus propias tradiciones, combate del que da cuenta, con una ironía genial el propio Kipling, que pensaba que Japón debía ser preservado, aislado y desarmado, para dedicarse tan sólo a producir belleza...
El
texto de Kipling sobre el Japón, una joya de la escritura turística, de una
amenidad extraordinaria, mantiene una actualidad pasmosa gracias a la
casualidad que hizo de Kipling uno de los poquísimos grandes escritores
occidentales que pudieron contemplar y describir el Japón moderno en los
momentos mismos de su gestación, en pleno período revolucionario Meiji.
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